Casi llegando a la esquina nos miramos a los ojos, asustados
por lo que estábamos por ser.
Robarte un beso con gusto a chocolate me parecía muy poco,
no porque tus labios no me alcanzaran, o porque no me gustara el chocolate,
sino porque quería más que eso. Quería que fuéramos, quería que el mundo se
acabara y nos encontrara pintándonos los ojos de este amor ciego.
Y sentí tu corazón latir y lo acoplé con el mío. Y era todo tan perfecto, tan
sutil, tan simplemente intenso, que mi coraje se transformó en miedo, porque
ahí mismo comprendí, que ya no habría un antes, que ya no habría un volver
atrás. Que vida sin ti, la mía ya no sería.